lunes, abril 09, 2007

EL DIA DESPUES, REGENERACION







Ayer domingo de resurrección, día de Aberri Eguna, fallecía Eli Galdos (G.B.), un nacionalista significado, tanto dentro de la organización del partido como en nuestras estructuras institucionales.
De nuevo otro nacionalista de corazón, se marcha de su Patria sin ver conseguidas sus aspiraciones políticas, la Patria continua cautiva de los estados, Español y Francés.

Tras 30 años de pequeñas ilusiones, seguimos en cautividad, nuestro derecho a decidir nos sigue siendo negado, nuestra territorialidad cuestionada, la división nacionalista es mayor que nunca, el desanimo ha calado en nuestra juventud al observar como quienes deberían liderar el proceso, se embarran con la muerte, la corrupción y el poder, los principios sobre los que los vascos hemos cimentado nuestros valores se desmoronan y este pueblo sigue estancado en sus avances como pueblo, el Plan Ibarretxe nos es torpedeado desde Madrid y olvidado en nuestra propia tierra.

Pese a todo ello muchos vascos siguen festejando el día de su Patria e incluso mueren cuando se dirigían a celebrarlo, muchos vascos celebran por separado la fiesta y muchos vascos siguen aspirando a la INDEPENCIA de su Patria.


SABINO ARANA, 11 de Junio de 1899, El Correo Vasco:

REGENERACION

El pueblo vasco ayer libre y feliz, hoy despojado de cuanto constituye su felicidad, es el que con mayor motivo debe pensar en su regeneración.
Y así como otros pueblos, para regenerarse necesitan enterrar su carácter frívolo, que les hace soñar en fiestas y jolgorios cuando debieran entonar fúnebres cantos a su desgracia; olvidar su historia llena de fábulas y visiones inverosímiles, y reformar sus costumbres, opuestas a todo lo que signifique amor al orden y al trabajo; y después de enterrado, olvidado y reformado todo lo dicho, crear un buen sistema de educación e instrucción y aguardar a que la juventud, por el nuevo sistema educada, se halle en edad de regenerar a su país, el pueblo vasco no necesita ni enterrar su carácter, por ser serio y formal el que tiene; ni olvidar su historia, siendo como es ella ejemplar; ni reformar unas costumbres que, por lo ordenadas, son admiración de propios y extraños.
No, el pueblo vasco, el verdadero, el genuino pueblo vasco, no necesita esas regeneraciones, punto menos que imposible de conseguir, con que sueñan hoy otros pueblos; sólo necesita regenerarse en un punto, en punto al conocimiento de lo que fue antes y de lo que hoy es; sólo necesita penetrarse de aquellas palabras que el oráculo de Delfos escribió para que sirvieran de enseñanza al hombre:
Nosce te ipsum
Cuando todo esto suceda, cuando aprenda su historia propia y sepa quiénes son sus enemigos y cuáles las armas que emplean para dominarle, el divide y vencerás no dará aquí ningún resultado. Entonces no se frotarán las manos de gusto los asesinos de nuestra dicha ante el cuadro terrorífico de luchas encarnizadas sostenidas por extrañas políticas, ni ante los reconcentrados odios creados bajo los pliegues del pendón casero de un cacique; pues inflamados todos por el amor santo a las seculares instituciones de este pueblo tan ejemplar en su historia, poco nos importarán políticas que en nada nos atañen, y penetrados del verdadero carácter del vasco, poco maleable y demasiado duro de espinazo, difícil les sería a esos novísimos dioses del campanil servirse de los hombres cual si fueran mansos borregos obedientes a la voz del gañán que los guía.
Así como Napoleón el Grande pedía para dominar al mundo dinero, dinero y dinero, el Pueblo Vasco necesita para recuperar lo perdido unión, unión y unión. No dirija los ojos a otros pueblos en demanda de auxilio, ni espere de nadie favores. Su felicidad está en la unión de sus hijos. No importa que esta unión sea por el pronto deficiente; con ella vendrá más tarde o más temprano, la unión de las inteligencias y de los corazones. Aislados nos destrozarán, unidos nos tendrán cuando menos respeto. No olvidemos aquellas tan repetidas palabras: la cola de un caballo se arranca con facilidad tirando sucesivamente de cada uno de sus pelos, mas no hay hombre que la arranque de un tirón.
Agrupémonos todos bajo una misma bandera, fundemos sociedades puramente vascongadas, escribamos periódicos vascongados, creemos teatros vascongados, escuelas vascongadas y hasta instituciones benéficas vascongadas. Que todo cuanto vean nuestros ojos, oigan nuestros oídos, hable nuestra boca, escriban nuestras manos, piensen nuestras inteligencias y sientan nuestros corazones sea vascongado. A un concepto antivascongado contestemos con cien vascongados y alcemos nuestra voz con objeto de ahogar la que pregone el enemigo concepto. Hagamos por despejar la atmósfera insana, que ahora respiramos y saturarla después de vascongadismo para que nuestros hijos al venir al mundo respiren ambiente vascongado y nosotros, al abandonarlo, nos llevemos, en nuestro prostero aliento, la fragancia de ese puro ambiente, que será el beso maternal con que nos despida Euskeria agradecida.

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