domingo, febrero 25, 2007

ENTREVISTA A DON AGUSTIN DE ZUMALABE





ENTREVISTA PUBLICADA EN GARAIA Nº 5, Octubre de 1976

Zumalabe, opina sobre las previas al 36 y al estatuto, sus opiniones son históricas pero personales, por lo cual cuestionables, pero en el fondo de las cosas se intuye que el nacionalismo sigue tropezando en la misma piedra. En los momentos actuales la consideramos una entrevista interesante.
ESTATUTO DE 1936: SUS PROTAGONISTAS
AGUSTÍN DE ZUMALABE

GARAIA.-D. Agustín, ¿hablamos un poco del Yagi? ¿Qué era y cómo surgió?


Zumalabe.—Es una historia larga. Yagi-Yagi corresponde al nombre del semanario que editaba la federación de mendigoizales. Empezó a editarse el año 1932 y era el órgano de la ten­dencia llamémosle dura del naciona­lismo. Tendencia que no aceptaba el compromiso, y ninguna estructura ni legislación del Estado español.


G.-El P. N. V. y A. N. V. los acepta­ban...


Zumalabe.—Efectivamente, ambos participaban en las elecciones y acep­taban la colaboración. Yagi-Yagi no aceptaba. Esto provocó grandes polé­micas dentro del Partido. El P. N. V. era partidario de aprovechar los cau­ces y lograr el Estatuto. Yagi no era enemigo del Estatuto, si nos lo daban lo aceptaba, pero sin que supusiera un esfuerzo adicional por nuestra parte.

G.—Esto provocaría al final una escisión...


Zumalabe.—Efectivamente, el P. N. V. tomando como pretexto (y proba­blemente tenía razón) la falta de dis­ciplina del Yagi, intentó alejarlos de los puestos directos en el P. N. V. y prohibió vender el Yagi a los militan­tes del Partido. Varios jóvenes fueron expulsados y yo que era colaborador del Yagi, me solidaricé lógicamente con ellos y me di de baja el año 35. Fui llevado ante el Tribunal de Disci­plina del Partido, pero yo considera­ba que no había roto la ideología nacionalista y tampoco reconocía como nacionalistas a los que me juz­gaban.


G.—¿En qué se concretó todo esto?


Zumalabe.—El Yagi fue la cristali­zación de un cierto análisis del nacio­nalismo, que por algunos fue llamado tendencia Yagi pero que más que ten­dencia era el fundamento del nacio­nalismo. Considerábamos que era absurdo el morir por el Estatuto, ya que teníamos la completa seguridad de que aun en el caso remoto —en el cual nadie creía— de que ganara la República, ésta nos la hubiera recor­tado y limitado hasta convertirse en simples ventajas. Pese a ello partici­pamos en la guerra, tuvimos dos batallones. La República nos persi­guió duramente. El Yagi-Yagi era secuestrado como se dice ahora, sin ser siquiera leído en el Gobierno Civil. Se vendía en el plazo de hora y media que era el tiempo que tardaba en lle­gar la guardia de asalto. Esto es cier­to hasta tal punto que cierta vez deci­dimos presentar un número en blan­co, sin artículos. También fue secues­trado. Más tarde, en “Patria Libre” las dificultades continuaron. Proba­blemente, fue el periódico más censu­rado de la época. Lo curioso del caso es que el ministro de la Gobernación era, en aquel entonces, D. Telesforo de Monzón, cuyo nacionalismo no pongo en duda.


G.-¿Qué crítica hacían ustedes de Acción Vasca?


Zumalabe.—En realidad, Acción Vasca hizo en 1931 lo mismo que el P. N. V. en 1936. Lo que ocurre es que entonces no se tenía conciencia de todo esto, porque en aquella época, el P. N. V. era mucho más radical. Las primeras críticas comenzaron en 1933.


G.—¿Quiénes eran los líderes fun­damentales del Yagi?


Zumalabe.—Elias Gallastegi era el hombre carismático, sin ninguna duda. También Mikel Alberdi que fue la primera víctima de la guerra civil.


G.—En cuanto a la actuación de la izquierda española en el período 1931-1934...


Zumalabe.—La izquierda española, y con ello hablo fundamentalmente del P. S. O. E., era claramente antivasca. De la izquierda española hay que decir dos cosas: que era antivasca pero que tenía mucha gente honrada.


G.-¿Qué ocurrió, realmente, en las Cortes?


Zumalabe.—Antes de nada, hay que decir que fue un error vasco. Tra­tar de introducir en el Estatuto redac­tado por la Sociedad de Estudios Vas­cos la famosa cláusula de las relacio­nes con el Vaticano fue un tremendo error. Pretender pactar con un Esta­do extranjero no podía permitirse téc­nicamente en este Estatuto. Al ser rechazado por las Cortes, se propusie­ron otras fórmulas, entre ellas la de los Estatutos provinciales. Finalmen­te se llegó al último, votado por los Ayuntamientos y presentado en Iruña.
Aquí habría que apuntar que si Navarra no se apuntó al Estatuto no fue, fundamentalmente, por los car­listas. El verdadero responsable fue Ansó: los carlistas lo hicieron posible en cuanto al número. También el Dia­rio de Navarra tuvo una actuación destacada en contra. De todos modos, si no hubiera sido por la defección de las fuerzas de izquierda, los Ayunta­mientos hubieran aprobado el Estatu­to. Prieto y la línea del P. S. O. E. fue­ron totalmente coherentes en este aspecto.


G.-Háblenos de la derecha de la época.


Zumalabe.—Estaba formada, fun­damentalmente, por la Comunión Tradicionalista. La C. E. D. A. fue posterior, pero no llegó a cuajar. Sus hombres más representativos pueden ser Lojendio y Muguruza. La C. E. D. A. aportó un modernismo ideológico a la defensa de los intereses humanos y burgueses en general. En realidad, la derecha fue mucho más vasca que la izquierda española y la razón es muy sencilla. Su origen era vasco. Y esto, hoy, sigue ocurriendo. Yo me fiaría más de Oreja Aguirre que de Enrique Múgica. Y soy socialista. La derecha apoyó el nacionalismo en la medida en que servía a sus intereses. Fue una medida coyuntural. En cuanto subió al poder, combatió al nacionalismo de la misma manera que lo habían hecho antes las izquierdas.


G.—¿Por qué se echó atrás Nava­rra? ¿Se puede establecer un parale­lismo con la situación actual?


Zumalabe.—La industrialización ha cambiado la sociedad navarra. En la Navarra de entonces, los líderes car­listas se acercaron al P. N. V. porque pensaban que no había forma de defender sus intereses. Su desengaño llegó en 1934, siendo Gil Robles jefe de Gobierno, porque al P. N. V. se le veía su capitalismo. Defendían sus intereses, pero éstos no estaban en el país.


G.—¿Existe alguna contradicción entre la base del carlismo y su buro­cracia dirigente?


Zumalabe.—El Partido carlista no tiene base. Es un Partido de élites y cuadros que defienden intereses posiciónales, ni siquiera capitalistas, por lo menos no capitalistas industriales, porque el capitalismo agrario aquí no existe.


G.—¿Se nota algún cambio en el P. S. O. E. al pasar a la oposición?


Zumalabe.—En cierto modo sí. Nosotros colaboramos con los socia­listas porque nos prometieron a cam­bio la independencia, como a los catalanes. Hicimos este pacto y la prueba es que la Generalitat formó una Catalunya independiente en octubre de 1934. Los catalanes nos pidieron apoyo y participamos por considerarlo oportuno en aquellos momentos. Ellos lo que querían era derrocar el régimen de derechas.


G.—¿Por qué combatieron los nacionalistas en el 36?


Zumalabe.—Hay que señalar que había divergencias dentro del mismo Partido. Muchos no veían la razón de apoyar a los republicanos, después de ver su actuación durante cinco años. Y muchos se marcharon por no com­batir. Prieto se dio cuenta de este hecho y para integrarlos en la lucha concede el Estatuto. Al no tener, en aquellos momentos, demasiada fuer­za la izquierda aquí, la aplicación del Estatuto fue muy nacionalista.


G.—¿Qué presiones recibió el P. N. V. los años 35-36, en el momento de la polarización de los dos bloques? ¿Por qué se presentó solo a las elec­ciones, cuando la ley electoral favo­recía las coaliciones?


Zumalabe.—Aquí hay un error. El P. N. V. no se presentó solo. Hubo un candidato, Picabea, que representaba ciertas fuerzas —el periódico El Pue­blo Vasco— de corriente vasquista y tímidamente autonomista. Luego se vio que no representaba a nadie. Por otra parte, ¿con quién iba a ir el P. N. V.? No podía ir con la derecha porque era anti-autonomista. No podía ir con la izquierda porque tam­bién lo era. Además, la izquierda estaba segura de ganar las eleccio­nes. Los Mendigoizales sí estuvimos en las elecciones. En realidad, ¿qué ganábamos con mandar 6 u 8 diputa­dos a Madrid? Ni siquiera podíamos formar minoría.


G.—¿Por qué no se aprovechó una alianza con los catalanes?


Zumalabe.—Por la religión. El P. N. V. representaba a los vascos, porque los vascos eran de derechas. A pesar de lo que se critica, era cierto que los representaba. Y este era el problema. Porque, José Antonio Aguirre además de ser jefe del Gobierno Vasco, era también el miembro más influyente del P. N. V. Aguirre hacía su papel de representante del pueblo vasco, pero nosotros necesitábamos alguien que representase el nacionalismo que es una fuerza política en la que, cierta­mente, hay tendencias. El Gobierno Vasco representa un Estatuto, una unión del pueblo vasco bajo este común denominador. Para nosotros, el Estatuto no representa nada por una razón muy simple: nos lo dieron en octubre y nos lo quitaron en julio. Nadie ha vuelto a hablar de eso hasta ahora. Ahora volvemos a hablar de Fueros. Ciertamente, es difícil hacer un análisis del nacionalismo, de aquí nuestro choque con el P. N. V.


G.-¿Esperabais la guerra civil?


Zumalabe.—Nadie la esperaba. El-17 de julio de 1936, estando en los cursillos de verano de la Sociedad de Estudios Vascos, alguien nos dio la noticia de un levantamiento militar. A las dos horas, llegó Irujo que nos comentó que había hablado con Madrid y que todo había terminado. Se pensaba en un levantamiento mili­tar, pero no en una guerra civil. En principio, lo que dejaron entrever fue una especie de levantamiento de la gente decente contra el desmadre de las hordas. La situación era extrema­damente confusa. Todo hijo de vecino tenía su pistola. Esto, hoy, es difícil de entender.


G.—Ante el temor al levantamiento, ¿teníais preparado algún aparato militar, entre el 34 y el 36, al ver la evolución de la política española y europea?


Zumalabe.—En realidad, nosotros nos considerábamos el ejército vasco. Y este ha sido una de las razones por la que nos ha perseguido el P. N. V, Ellos pensaban que éramos el ejército que iba a servir los intereses del Par­tido. Pero en el 35 se dieron cuenta de que, lo que ellos creían una organiza­ción para-militar, sin opinión política, simplemente al servicio de las liberta­des de Euskadi, pensaba también en política. Cada grupo de Mendigoizales era una compañía de ejército, aunque sin muchos mandos. Tuvimos armas hasta después de la caída de Bilbao.

G.—¿Qué importancia le disteis a la subida del fascismo?


Zumalabe.—No se tenía conciencia de lo que podía llegar a ser. Incluso tuvo, en un principio, sus simpatizan­tes. Por otra parte la fobia anticomu­nista también se daba por aquí. Apar­te de eso, hay que tener en cuenta que la fuerza real del fascismo se demos­tró a partir de los años 35-36.


G.—En cuanto a las relaciones del P. N. V. con el Gobierno de las izquierdas, ¿cuándo empiezan los contactos con vistas a la rápida apli­cación del Estatuto?


Zumalabe.—El P. N. V. no tomó posición hasta una semana después de comenzar la guerra. Irujo era par­tidario de la participación en ella y yo creo que los contactos ya estarían establecidos por él.


G.—No se suelen mencionar mucho las relaciones con Galicia...


Zumalabe.—Es que no hubo dema­siados contactos. Vino Castelao y alguno más, pero, en realidad, Galicia no tenía fuerza política. Allí existía poco nacionalismo gallego. Los cata­lanes sí representaban una fuerza política, aunque su nacionalismo no fuese como el nuestro. Yo creo que nos admiran, pero no nos quieren.


G.—A nosotros nos interesaba el pacto con ellos, pero, ¿a ellos con nosotros?


Zumalabe.—No, porque no repre­sentábamos nada. No ganaban nada con nosotros. La minoría vasco-navarra creo que éramos 16 ó 17. En una problemática de votos en el par­lamento esto no significaba nada. En una problemática nacionalista revo­lucionaria quizá sí, pero los catalanes no son nacionalistas, por lo menos su número representa un porcentaje menor que el de Euskadi.


G.—Sin embargo, hubo un momen­to en que la representación vasca se retiró del parlamento, en solidaridad con los catalanes.


Zumalabe.—En efecto, la represen­tación vasca se retiró varias veces. La primera, a raíz de la expulsión de los jesuitas. Jamás ha tenido la represen­tación vasca una actuación más bri­llante y más férrea que ante la dero­gación del artículo 29 de la Constitu­ción, con Leizaola.


Garaia.—¿Crees que las izquierdas buscaban un asalto al poder, desde el poder, con vistas a implantar un sis­tema revolucionario?


Zumalabe.—Yo no lo creo, porque no tenían necesidad. Su triunfo en las elecciones fue rotundo. Se ha dicho que las derechas tuvieron más votos que las izquierdas. No lo sé, pero esto no tiene nada que ver. En las ciuda­des ganaron las izquierdas. Además ¿qué iban a hacer? La reforma agra­ria que inició la República fue mucho más tímida que las que puedan hacer ahora cualquier gobierno de dere­chas. Hay que tener en cuenta que había en aquel momento en España alrededor de un 60 % de analfabetos.


G.-¿Por qué el Estatuto del 36 fue mutilado con respecto al del 33?


Zumalabe.—Supongo que en el par­lamento habría mucha gente opuesta al Estatuto. Los mismos que lo esta­ban bloqueando desde el año 33. Los pusieron entre la espada y la pared, o aprobáis esto o... Pero, en realidad, el Estatuto no se aplicó. Hay una dife­rencia entre el análisis y las posturas por un lado, y la realidad por otro. Yo no ataco al Gobierno Vasco por su actuación, porque su labor fue muy nacionalista, muy vasca. Las diferen­cias que pueda haber entre el Partido y el Yagi son de posición. Que nos censurasen el periódico, no tiene demasiada importancia en este con­texto. Era su obligación ya que conti­nuamente aparecían afirmaciones separatistas que no se podían permi­tir con la letra del Estatuto. Pero lo que nos censuraban eran cosas políti­cas, y lo que nos tenían que haber censurado, en un régimen libre pero de guerra, era simplemente lo que pudiese dañar al régimen militar.


G.—Para terminar, cítenos claves en aquella época.


Zumalabe.—Irujo era un elemento clave. No sé cómo pero tenía muchas relaciones con las izquierdas y con las derechas. Era un hombre en conti­nua lucha contra el carlismo. Mien­tras, Jose Antonio Aguirre luchaba contra el socialismo. Y el hombre que está luchando contra la izquierda se ve forzado hacia la derecha. Lo mis­mo ocurre al revés. En este sentido, eran enemigos. Aguirre era también, indudablemente, un hombre de valor, pero para la guerra. En la cuestión del Estatuto, para mí, la figura clave fue Manuel de Irujo.

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